2008 – “Es estúpido identificar una raza con una música”

By Diego A. Manrique, El Pais, November 9, 2008

Son días agridulces para Tracy Chapman (Cleveland, Ohio, 1964). Está la victoria de Barack Obama, candidato que contó con su respaldo musical. Al otro extremo de la balanza, el triunfo en las urnas de la Proposición 8, que ilegaliza los matrimonios homosexuales en California. Ya hay figuras gay, como la cantante Melissa Etheridge, que proponen boicotear los impuestos estatales.

Reside en San Francisco, donde no escandalizan los estilos de vida alternativos. Aunque ella siempre fue discreta en esos asuntos. Se podría decir que sufrió un outing cuando, en 2006, la novelista Alice Walker reveló que habían sido pareja. La autora de El color púrpura, reconocida experta en crónicas del sufrimiento de las mujeres negras, decidió que la sexualidad de Chapman no debía seguir en la sombra. Un tema, se nos informa, que no conviene tratar en la entrevista.

Tracy Chapman odia llevar banderas o ponerse en primera fila de cualquier manifestación: “soy una persona, no un símbolo de ninguna minoría”.

Hoy olvida su proverbial timidez para hablar con entusiasmo de Our bright future (Elektra/Warner, a la venta el martes 11), su octavo disco largo. Hace 20 años que editó Tracy Chapman, debut con el que enamoró al mundo. Un trabajo confesional y desnudo, que iba contra la melaza digital de los años ochenta. Canciones como Fast car y Talkin about a revolution evidenciaron que había hueco para las reflexiones personales o generacionales, interpretadas con una voz rotunda y dolorida, que evoca a la gloriosa Odetta.

Pregunta. Su discográfica dice que Tracy Chapman ha despachado 18 millones de copias. Semejante impacto comercial ¿cómo afecta a su creatividad? Se espera que repita el éxito con los lanzamientos siguientes.

Respuesta. Yo recordaba lo que pasó con Michael Jackson. Vendió, no sé, 30 ó 40 millones de Thriller. Anunció que pretendía duplicar el éxito con el siguiente, Bad, y no lo logró; quedó como un fracasado cuando las cifras demostraban que Bad fue un gran éxito. Yo dije que me conformaba con que mi siguiente disco vendiera la décima parte de Off the wall

[el álbum anterior a Thriller en la carrera de Jackson]. Entiendo que esto es un negocio y que necesita grandes ventas, pero no puedes pensar en ello cuando estás componiendo.

P. Parece que no hay sequía en su productividad: Un disco nuevo cada dos o tres años.

R. No, también hubo un periodo baldío, en los años noventa, antes de Telling stories: me costó cinco años sacar un disco.

P. ¿Cuál fue la causa?

R. Fueron cuestiones personales. Cuando firmé contrato con Elektra, nos pusimos un nivel de exigencia alto. El contrato me exige colecciones de canciones nuevas, no cubre ni los discos en directo ni los de versiones.

P. ¡Qué pena! Ha hecho algunas versiones bonitas. Por ejemplo, de piezas de Bob Marley…

R. ¡Ah, bueno! Son caprichos. Por alguna razón, tengo una conexión muy fuerte con Jamaica. Allí han realizado adaptaciones dancehall de mis temas que son formidables para bailar. ¿Qué? ¡Claro que me encanta bailar!

P. ¿Qué queda de su conflicto con la tropa del rap? Chuck D

[cabecilla del grupo Public Enemy]dijo que su música no gustaba en la comunidad afroamericana…

R. Fue una declaración demagógica que me dolió. También Public Enemy contaba con una porción importante de público blanco, como es natural. Además, me parece lamentable que se intente diferenciar entre música para negros y música para blancos: ¿no hemos aprendido nada de tantas décadas de racismo? De cualquier manera, he tratado a compositores negros que me aseguran que mis discos les empujan a crear música más sincera, alejada de los estereotipos raciales.

P. ¿Intenta el hip-hop monopolizar la voz del gueto?

R. No me atrevería a decirlo tan rotundamente. Es muy arrogante y, ciertamente, está en vanguardia en cuestiones de producción. Y si te gusta el lenguaje, debes disfrutar con la expresión verbal de 50 Cent, aunque sus historias no tengan nada que ver con tu vida.

P. En Our bright future, ha colaborado con el productor Larry Klein…

R. Tocó bajo en mis primeros discos, cuando yo era difícil de tratar, así que hay complicidad.

P. ¿Le preguntó por secretillos profesionales de su ex esposa, Joni Mitchell?

R. ¡No me atreví! Larry me hizo un planteamiento muy atractivo: grabamos con dos bandas diferentes, una de tipos curtidos y otra de gente más joven. Y resultaron dos meses relajados.

P. Algunas canciones parecen inspiradas en la actualidad, desde la catástrofe del Katrina a la guerra de Irak.

R. Supongo que Our bright future o Something to see (no war) son mi respuesta a la ‘guerra contra el terror’ de Bush. Irak nos parece una tragedia demasiado lejana, no se vive con la culpabilidad de Vietnam, donde luchaban reclutas y hubo más bajas. Pero los resultados son igualmente crueles. Y como estadounidenses todos tenemos una responsabilidad compartida.

P. Hay indagaciones sobre el amor, incluso piezas humorísticas como I did it all sobre las celebridades instantáneas. ¿Toca usted allí el clarinete?

R. Oh, no pensaba que se sabía mi secreto: es verdad, soy una clarinetista. (Risas) Pero no, ahí lo toca un músico de sesiones.

P. También aparece algún eco de su pasión por el country.

R. A eso me refería cuando dije que es estúpido identificar una música con una raza o una clase social. Bob Dylan se formó escuchando discos de viejos bluesman; yo disfruto con la música country, tanto por el sonido twang como por su capacidad narrativa.

P. Inicia una gira en solitario por Europa

[Barcelona el 21 de diciembre]. ¿Qué Tracy Chapman podremos ver?

R. La del principio, la chiquilla que tocaba con su guitarrita en locales pequeños. Aunque… no, es mentira: ya no sufro bajo los focos.”Soy una persona, no soy un símbolo de ninguna minoría”

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